miércoles, 25 de abril de 2012

Textos líricos mexicanos

(Marco Aurelio )ejemplos de textos literarios
Romance de la pena negra:

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne
huele a caballo y a sombra.

Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, Por quien preguntas?
sin compana y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime, a ti que se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.

Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca
al fin encuentra el mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar
que la pena negra brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
Soledad, que pena tienes!

Que pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
Qué pena tan grande! Corro a
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.

Ay, mis camisas de hilo!
Ay, mis muslos de amapola!
Soledad, lava tu cuerpo

con agua de las alondras
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza
la nueva luz se corona.
Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.

Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!
Federico García Lorca

Mira a la derecha y a la izquierda
del tiempo y que tu corazón aprenda

La ilustre fregona:

¿Quién de amor venturas halla?
El que calla.
¿Quién triunfa de su aspereza?
La firmeza.
¿Quién da alcance a su alegría?
La porfía.
De ese modo, bien podría
esperar dichosa palma
si en esta empresa mi alma
calla, está firme y porfía.

¿Con quién se sustenta amor?
Con favor.
¿Y con qué mengua su furia?
Con la injuria.
¿Antes con desdenes crece?
Desfallece.
Claro en esto se parece
que mi amor será inmortal,
pues la causa de mi mal
ni injuria ni favorece.

Quién desespera, ¿qué espera?
Muerte entera.
Pues, ¿qué muerte el mal remedia?
La que es media.
Luego, ¿bien será morir?
Mejor sufrir.
Porque se suele decir,
y esta verdad se reciba,
que tras la tormenta esquiva
suele la calma venir.

¿Descubriré mi pasión?
En ocasión.
¿Y si jamás se me da?
Sí hará.
Llegará la muerte en tanto.
Llegue a tanto
tu limpia fe y esperanza,
que, en sabiéndolo Costanza,
convierta en risa tu llanto.

Lírica mexicana de José Martí


Los biógrafos y estudiosos de la obra y de la vida de José Martí señalan que el período mexicano (entre febrero de 1875 y marzo de 1877) es clave para comprender el proceso de formación y la maduración del pensamiento de aquel joven que, años más tarde, llegaría a ser el Apóstol para su pueblo, al encabezar la que él llamó "guerra necesaria", la tercera guerra de independencia, y que en el plano intelectual sería reconocido como uno de los escritores más importantes de las letras hispanoamericanas de la segunda mitad del siglo XIX, amén de su abundante papelería en el ámbito del periodismo.

Y es que el joven que ingresa, tras breves escalas en Progreso y Campeche, por el puerto de Veracruz a la nación mexicana, entonces presidida por Sebastián Lerdo de Tejada, continuador del ideario juarista, no solo se reencontraría en Ciudad México con sus padres y hermanas, y sufriría la noticia de la muerte de su más querida hermana, su Ana, fallecida en el mes de enero en esa capital, sino que además, se integra al contexto cultural, científico, político e intelectual de aquella república latinoamericana, experiencia que le permitiría conocer, personalmente, una nación de nuestra América que había alcanzado su independencia del poderío hispano, y que comenzaba a vivir sus propias contradicciones.

También, y en aquel complejo panorama social, tendría el conocimiento de la gran masa adolorida de la población originaria, el indio, protagonista de la historia y marginado en tiempos coloniales e, incluso, durante los períodos republicanos, y que le permitiría al joven exiliado, siempre deseoso de sumarse a las fuerzas del Ejército Libertador que sostenían la guerra en la manigua cubana, ampliar sus propios horizontes culturales e ideológicos.

Sería, en tierra mexicana, que utilizaría el concepto "nuestra América", posteriormente enriquecido, en su pensar complejo, durante su estadio guatemalteco, y ampliado en su profundidad, durante los próximos lustros, mientras avanzaba en su vida personal e intelectual, dentro de un proceso histórico que no podía ser simplificado, todo lo que avaló el desarrollo de José Martí, desde aquel encuentro con esa suerte de laboratorio que fue, para él, los meses que vivió en México primero y luego en Guatemala.

Fue entonces periodista, y también traductor, como lo demuestran sus versiones de Víctor Hugo, publicadas en la prensa azteca, y un activo intelectual que se destacaría en el polémico intercambio de ideas y teorías filosóficas y políticas que se producía en el México de aquella época, al tiempo que en el ámbito de la literatura dedicaría particular énfasis al fenómeno teatral, como una vía légitima y necesaria, de la lucha por la identidad cultural y nacional, tanto desde la reflexión crítica y teórica como en el ejercicio de la dramaturgia. Y, naturalmente, mostraría sus dotes líricas, en varias oportunidades, signadas estas por experiencias subjetivas, desde el amor filial y la evocación nostálgica de la hermana muerta, así como el cántico a la experiencia erótica, y al amor de la pareja, en su descubrimiento no solo de su Carmen (Zayas Bazán), sino como manifestación de su líbido, en esa suerte de galán de amores que fue también durante sus 22, 23 y 24 años de edad, y q ue lo vinculan con otras damas como Rosario de la Peña, (esa ninfa de las tertulias mexicanas), así como las actrices Eloisa Agüero (camagüeyana) y Concepción Padilla, la Conchita mexicana que subirá a las tablas para interpretar la poesía dramática del cubano.

Por eso, se aplaude la aparición del volumen Sin amores, José Martí, compilación de treinta poemas, volumen que incluye también su primera pieza para el teatro, la única por cierto que estrenó como autor en vida, Amor con amor se paga, en la noche del 19 de diciembre de 1875, y en el Teatro Principal, de Ciudad México, que sería editada gracias a la colaboración de su amigo, el otro actor de aquella obra, Enrique Guasp.

Una coedición que fue preparada por el investigador mexicano Mario Alberto Nájera Espinoza, y que apareció en la colección Corcel, del Centro de Estudios Martianos de Cuba, en colaboración con dos altas casas de estudio de esa nación, la Universidad Intercultural de Chiapas y la Universidad de Guadalajara, ambas de México, tiene la virtud de reunir, en ese libro, los poemas del período mexicano de José Martí, escritos entre 1875 y 1877, así como otros, de 1894, escritos por el cubano durante su breve estancia en esa nación, mientras realizaba su obra proselitista, y organizaba el movimiento revolucionario, así como sostenía encuentros y diálogos con políticos de la época y que también se integran a esta edición.
Este proyecto, ahora materializado en el formato editorial, fue de uno de los más notables estudiosos mexicanos de la obra martiana, el profesor Alfonso Herrera Franyutti, quien se ha dedicado, con particular voluntad, al rescate de aquella presencia de Martí en México, y sobre todo, a la divulgación de esos vínculos, en libros de su autoría como los títulos suyos Martí en México, Vigencia de Martí y Martí en las tierras del Mayab.

En el prólogo que escribió para este volumen, el propio Herrera Franyutti ha subrayado que el propósito ha sido "completar en este pequeño volumen la obra de Martí en México y darla a conocer de modo sencillo a los lectores mexicanos". Y esto, desde el diálogo subjetivo, más íntimo, del lenguaje poético, desde el espíritu del arte y la cultura porque, como también lo destacó en sus palabras, al referirse a la importancia de la lírica martiana de esos años de juventud, escribió: "La poesía, que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquella les da el deseo y la fuerza de la vida".

No estamos ante una poesía mayúscula, dentro de la producción martiana. No ha llegado el joven cubano al acento de su Ismaelillo ni tampoco a la síntesis de sus Versos sencillos, aunque sí en los versos y en las estrofas que se presentan, en estos 30 poemas, hay mucho de la pasión, del dolor y el desgarramiento que un lustro más tarde se expresaría en la intensidad de sus endecasílabos hirsutos, de sus Versos libres.

Aquí está la vivencia del reencuentro, luego de casi un lustro de separación, tras el difícil tránsito del presidio político y el destierro, y que llevan al joven Martí a cantar esa suerte íntima de su espacio filial, como lo testimonian los versos del poema "Mis padres duermen", cuyo eje es su querida Ana, poema que fue publicado en marzo de 1875 en las páginas de la Revista Universal, en la que trabajaba entonces el joven redactor.

Y si el volumen lleva como título Sin amores, igual que el poema homónimo, en verdad nos revela aquellos fueron meses de búsqueda, luego de haber vivido similares experiencias en la península, no solo con la dulzura de la novia aragonesa Blanca de Montalvo, sino también otras pasiones, más carnales, como la de aquella anónima, y solo conocida por una inicial, la M, al que los biógrafos se refieren como "la madrileña", y que afortunadamente, y sin pacaterías, se reúnen en este cuaderno que se aproxima al entorno amoroso del joven Martí, para expresar su estado anímico, como lo demuestra desde su propia voz, en la escritura de los versos que dejó en el álbum de Rosario de la Peña, quien al parecer no respondió a sus reclamos, y los que dedicó, con igual vehemencia, a Eloísa Agüero y a Concha Padilla.

Además, y en este poemario que nos presenta el tránsito de la adolescencia a la juventud, están también los versos que dedicó, y publicó para ella en primera instancia, el 20 de mayo de 1876, que aparecieron en las páginas de El Eco de Ambos Mundos, de Ciudad México y que José Julián dedicó a la que sería su esposa, la joven camagüeyana María del Carmen Zayas-Bazán, a la que se unió en matrimonio más de un año después, en diciembre de 1877, en la capital azteca, y con la que regresaría a Guatemala, donde este vivía y trabajaba y con la que abandonaría esa nación centroamericana, ya en estado de gravidez, para retornar a la Isla, luego del Pacto del Zanjón, y la pareja tendrían a su único hijo, José Francisco Martí y Zayas Bazán, en la ciudad de La Habana.

Han incluido en esta suerte de antología juvenil, los compiladores, algunos poemas de la breve estancia martiana en el México de 1894, presidido por el general Porfirio Díaz, versos escritos desde la amistad, y de carácter ocasional, por un hombre maduro de más de 40 años, y que hablan de su sensibilidad en versos como los que dedicó a las hijas del mexicano Manuel Mercado, y el que escribió, ante el nacimiento de la niña Cecilia Gutiérrez Nájera, hija del célebre poeta modernista Manuel Gutiérrez Nájera, entre otros poemas.

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